PERIODISMO ESTUDIANTIL UAO

Un día fuera de lo común
Por: Andrés Orozco
En una noche de Halloween, como es normal, estaba en mi pueblo junto con mis amigos. Normalmente nos disfrazamos para pasarlo en grande, asustar a niños pequeños (pero sin traumatizarlos), contarnos entre nosotros historias de miedo en el parque de abajo justo al lado del pantano; la mayoría eran inventadas, sobre hechos que habrían pasado o pasarán. ¿Por qué en el parque? pues bien, resulta que por la noche, apenas llegan las luces de las farolas, da algo de miedecito, además del mero hecho que tiene el estar al lado de un pantano y tener en medio del círculo una calabaza con la vela dentro, algo tenebroso. ¿No creen?
La noche era clara, sin ninguna nube y sin viento alguno, ni siquiera una mínima brisa de aire. Pues bien, ya nos habíamos cansado de estar en el parque y nos disponíamos a pasear por el pueblo, asustar a niños, entre otras cosas.
Cuando contando la historia de miedo más tenebrosa de todas, y estar todos atemorizados, nos encontrábamos paseando por el pueblo, nos detuvimos justamente delante de una casa vieja y descuidada, estaba abandonada, no vivía nadie. Vimos a través de una ventana entreabierta una habitación que estaba iluminada a medias, pensamos que esto era debido a una tele que habría (aunque la televisión no se veía desde la ventana), iluminaba una vieja mecedora que con cada movimiento emitía un chirrido atemorizante. Al rato, el viento empezó a soplar cada vez más y más fuerte hasta que las contraventanas de ese ventanuco empezaron a dar portazos y portazos debido a la fuerza que ejercía este. Al mismo tiempo, se podía oír una especie de chirrido grave y agudo a la vez, un sonido como el de las películas de terror. Todos nos sobresaltamos, al cabo de un rato se oyeron tres golpes consecutivos, secos y vacíos, sin retumbe alguno, como si llamaran a alguien tocando una puerta de madera hueca, un golpe fuerte y seco: ¡POM! ¡POM! ¡POM!
Se hizo nuevamente el silencio profundo, nadie sabía cómo reaccionar, estábamos llenos de miedo, tanto, que ni siquiera nuestras piernas respondían a las órdenes del cerebro. Se oyeron otros tres golpes secos, imitando a los anteriores.
Y nuevamente otros tres golpes, posterior a este horrorizante suceso, se oyó el maullar de un gato negro que se nos cruzó, seguido por un golpetazo de las contraventanas, el más fuerte de todos y se cerraron. No se volvieron a abrir y nadie se atrevió a investigar, ni a tocarlas siquiera. Nos fuimos.
- Al día siguiente pasamos, claramente sin desearlo, por delante de la misma casa y observamos que en la mecedora había sentada una mujer vieja, con aspecto de loca, de solitaria o quizás viuda,A partir de ese día, no volvimos a saber nada más ni de la mujer vieja, ni de nada más-
Annabelle
Por: Ana María Ramírez
Llegó el mes de octubre con sus historias de ultratumba y su Halloween que nos devuelve a la niñez, con esas ganas de buscar disfraces para disfrutar de la última noche del mes, bien sea saliendo a los centros comerciales, a alguna fiesta o a rumbear a las discotecas más famosas de la ciudad.
Mi relato comienza el miércoles ocho de octubre, cuando decidí con dos amigos ir a ver la película Annabelle, desafiando mi paranoia al género de terror y dejándome llevar por algunos comentarios que la catalogaban como una de las mejores películas para esta temporada.
Al llegar a la sala de cine y mientras pasaban los créditos, la comida escaseaba, como suele pasar y llegó el momento, comenzó de una manera muy tranquila, en una iglesia católica, con una típica pareja estadounidense, la cual está esperando a su primogénita.
Y como siempre digo al comenzar cualquier película de este género: “esto no me da miedo”, como estrategia para apaciguar mi temor y poder ver toda la película sin tener que salir de la sala de cine antes de que se acabe.
Después de mis mágicas palabras, la película tomó un giro inesperado y los gritos de la audiencia y los míos se confundían con las voces de los protagonistas y seres sobrenaturales que aparecían, escena tras escena.
Fueron 98 minutos de suspenso y de risa cuando alguien se le escapaba un “hay Dios mío” o un “¿Por qué vine a ver esto?”
A mi parecer esta película logra gran acogida por estar basada en una historia real ocurrida en 1970, pero no quiero hacer ningún juicio; solo les recomiendo que se la vean y que saquen sus propias conclusiones.




¿Amigo imaginario o alma en pena?
Por: Laura Pabón
No hace mucho tiempo, para que mi querido lector no piense que está exento a esto. Vivía una señora en el barrio Siloé de Cali, ella tenía una hija y la niña al parecer le gustaba hablar mucho a solas, mantenía una conversación de escucha y respuesta, tanto que se podía dudar si realmente estaba sola. Un día la mamá se fue de la casa y cuando volvió, vio a su hija sentada en lo alto de una tapia, cuando la mamá le preguntó ¿qué hacía ahí? ella le respondió: “mamá es una señora que me dice que me tire desde aquí y ella me recibe abajo”.
Sin dudar un segundo más, aquel personaje no era un amigo imaginario sino un alma en pena, le dijo a su hija que le dijera: “No gracias, mi mamá no me da permiso”. Cuidadosamente bajó a su hija y comentando al día siguiente en el barrio del hecho, los habitantes más antiguos le informaron que no era la primera vez que había pasado, que efectivamente era un alma en pena que le gustaba recolectar niños de los cuales ya lleva cuatro.


Trance
Por: Ángela Gabriela Cárdenas
Ella estaba sujetándome del cuello con ambas manos, escuchaba su risa palpitar cerca a mi oído, su respiración era agitada y fuerte, las piernas me temblaban, ni una sola palabra salía de mi boca, mi cuello comenzó a ser cada vez más delgado a medida que sus manos entrelazadas en él se iban cerrando. Sentí ganas de vomitar pero los nervios no me lo permitían, sin razón, ella comenzó a reír desaforadamente, era como si disfrutara del mal que estaba haciéndome, la presión en mi garganta aumentaba y apenas podía respirar, lentamente mis ojos se iban agrandando y sentía cómo mi rostro engordaba por la presión, en cualquier momento podía explotar como una bomba atómica. Lo extraño es que no luchaba contra ella, no sentía la necesidad ni la angustia de escapar de sus manos, aunque sabía que estaba cada vez más cerca del umbral de la muerte.
Esperando con ansias mi último respiro, desperté; desperté parada frente al espejo, volví a la vida, respiré tan pronto como pude y caí al suelo, mi cuello tenía unas marcas rojas, mis manos eran del color de una hoja de papel, mi cabeza daba vueltas hasta que al fin vomité, esta vez no era cualquier vómito, era sangre; miré la hora, 2:59 a.m.
Entre en pánico, en el afán de limpiar la sangre manché toda mi ropa, grité: ¿¡mamá, papá!? pero nadie respondió al llamado; salí de mi cuarto en dirección a la habitación de ellos, no estaban dentro; corrí al primer piso, comencé a llorar por la escena que mis ojos estaban viendo en ese preciso instante. Mamá y papá se encontraban casi bañados en sangre, ambos colgados de un pie con la cabeza hacia abajo, me fui acercando lentamente a ellos, mis manos temblorosas estaban a punto de soltar la cuerda que los sostenía.
Corazón agitado, mirada de alerta, eran las nueve y media de la mañana, luego de despertar de una pesadilla en la que extrañamente también despertaba y que podría haber asegurado era real. Me dirigí a la sala y ahí estaban, muy normales, tomando el desayuno.
Por primera vez en la vida, sentí el miedo más profundo de volver a dormir.


Ich bin nicht so sicher...
Von: Susana Serrano
Aaaa! – Jemand hat geschrien. Das Haus war kalt und dunkel un das Echo von dem screkliches Klang hat ihn ganz gefüllt.
-Was war das? – hat Marie gefragt. Ich konnte sie nicht antworten. Ich wüsste was es war und ich möchte auch nicht wießen. Ich wüsste nur ein einziges Sache: wir müsste von diesem Haus weggehen.
Die Stille hat uns umarmt... Kleinen und kalten Schweißtropfen haben in meiner Gesicht erscheint. Ich hatte Angst, ich möchte laufen und entrinnen. Ich versuche mein Körper zu bewegen, aber ich konnte nicht, er hat einfach mich nicht geanwortet. Die Panik bemächtigte mich meiner; ich fühle schlecht und ich fing an, um Köpfschmerzen zu haben. Und genau in dieser Moment habe ich es gehört... durum, durum... es war die Schritte von etwas, die lagsam zu uns bewog.
-Ma... Marie! – habe ich geschrien – Wi... wir müssen gehen, wir müssen gerade gehen!!!
-Warte Nikolas. Wir können nicht gehen, Markus ist immer noch nicht hier. Wir können nicht ihn verlassen.
Marie hatte Recht; wir könnten ihn nicht verlassen, aber ¿War er immer noch leben?
-Wir können ihn nicht warten – habe ich endlich gesagt. Ich hatte Angst, sehr viel Angst und wollte ihn nicht warte. Plötzlich fing ich estwas naß und warm in meinen Beine zu fühlen an. >>Sheiße<< habe ich gedacht >>ich habe mich in den Hosen bepinkelt<<. Genau habe ich in diesem Augenblick seine Schritte gehört und mein Herz fing schneller zu schlagen an.
Ohne Gedanken und mit hilfen von meinem Trieb nahm ich die Hand von Marie und hielt ihn fest. Meinen Beine fingen frei zu bewegen an und endlich habe ich mich mir gleiche befunden, laufend. Aber jetzt... Wo war das Tür? Ich konnte mich nicht erinnern und das Angst kam zu mir noch einmal.
-Marie, erinnerst du dich wo das Tür war?
-Ja, glaube ich, aber Markus...
-Wir können jetzt nichts machen und auch nicht ihn warten. Hört mir zu Marie, etwas schrecklich und ruchlos lebt in diesem Haus. Es ist so, kann ich es fühlen, weswegen ich wei ß, dass wir müssen gehen.
Marie hat nich mehr gesagt. Ich halte seinem Hand fest, beabsichtigte ich nicht, sie zu verlassen. Ich wüsste, dass dieser verdamte Sache immer mehr nahr zu uns war. Ich hatte viele Sorge über unseren Leben, dass ich es nicht gefühllen habe. Wie seine Hand von meiner langsam weggeht, wie sie mir verlassen hat. Wenn ich vor der Tür war und ich drehe mich herum, habe ich Marie nicht hinter mir gesehen.
Ich weiβe was Sie werden mir sagen und ich sage euch es ist wahr. Ich bin ein Aschloch, ich habe Marie und Markus in diesem Haus mit diesem Sache verlassen. Aber ich habe Angst, und ich würde da nicht sterben. Ich erinnere mich, dass ich ihnen gesagt habe: „Wir müssen nicht darin gehen“. Ich weiβe, dass ich ein Aschloch bin, aber ich lebe, ich kann immer noch leben und Marie und Markus sind nie von diesem Haus rausgegangen.
-Ich bin nocht so sicher.... – habe ich das Stimme von Marie hinter mir gehört.
TRADUCCIÓN AL ESPAÑOL
No estoy tan segura...
Por: Susana Serrano
- ¡Aaaa! – gritó alguien en algún lugar, la casa estaba fría y oscura y el eco del desgarrador sonido llenó todo el lugar.
- ¿Qué fue eso? – preguntó Marie. Yo no pude responderle, no sabía lo que era ni tampoco quería averiguarlo. Solo estaba seguro de una cosa: teníamos que irnos de esa casa.
El silencio nos abrazó... Pequeñas y frías gotas de sudor empezaron a aparecer en mi cara. Tenía miedo, quería correr y escapar; traté de mover mi cuerpo, pero no podía, él sencillamente no me contestaba. El pánico me invadió, empecé a sentirme mal, a tener dolor de cabeza, mareo, y justo en ese momento lo escuché... ¡durum, durum!... eran los pasos de algo que se acercaba a nosotros lenta y sigilosamente.
- Ma... ¡Marie! – grité – Te... tenemos que irnos, tenemos que largarnos ¡ahora mismo!
- Espera Nikolas. Nosotros no podemos irnos, Markus todavía no está aquí, no podemos abandonarlo.
Marie tenía razón; no podíamos abandonarlo, pero ¿estaba él todavía con vida?
- Nosotros no podemos esperarlo – dije finalmente. Tenía miedo, muchísimo miedo y no quería ponerme a esperarlo. De repente empecé a sentir algo húmedo y caliente entre mis piernas. >>mierda<< pensé>>me acabo de orinar encima<<. Justo en ese instante empecé a escuchar una vez más sus pisadas mientras las pulsaciones de mi corazón aumentaban velozmente.
Sin ningún tipo de pensamiento y con ayuda de mi instinto tomé la mano de Marie y la agarré con fuerza. Mis piernas comenzaron a moverse libremente y finalmente me encontré a mi mismo corriendo. Pero ahora… ¿dónde estaba la puerta? no podía recordarlo y el miedo volvía de nuevo a mí.
- Marie, ¿recuerdas dónde está la puerta?
- Sí, creo, ¿pero Markus?...
- Ahora nosotros no podemos hacer nada por él y tampoco podemos esperarlo. Escúchame Marie, algo horrible y espeluznante habita esta casa, en serio es así, puedo sentirlo, por eso mismo nosotros debemos irnos.
Marie no dijo nada más, yo sostenía su mano con fuerza, negándome a abandonarla a ella también. Yo sabía que esa maldita cosa todavía estaba cerca de nosotros y me preocupé tanto por nuestras vidas que no lo sentí; cómo su mano se alejaba de la mía lentamente, cómo ella me abandonaba. Cuando por fin llegué a la puerta y di media vuelta no encontré a Marie detrás de mí.
Yo sé lo que ustedes me dirán y yo solo les diré que es verdad. Soy un maldito, abandoné a Marie y a Markus en esa casa junto a esa cosa, pero tenía miedo y no quería morir. Aún recuerdo, que yo les dije: “no debemos entrar“. Ya lo sé, soy un maldito, pero sigo con vida, todavía puedo vivir y Marie y Markus nunca salieron de esa casa.
- No estoy tan segura.... – escuché decir a la voz de Marie detrás de mí.




Autoflagelo
Por: Juan Sebastián González
- ¡Por fin!, exclamé al llegar a mi acogedor apartamento luego de un arduo día de trabajo. Como era usual mi pequeña morada de 65 metros cuadrados estaba decorada con un hermoso desfile de toda clase de prendas, acomodadas una detrás de otra en una fila que parecíó haber sido organizada por una manada de monos salvajes. ¡Qué chiquero!, pensé, aunque en verdad mi desorden se había vuelto un aspecto inherente a mi monótona vida cotidiana por lo cual no me molestaba en lo absoluto. El único detalle que ciertamente atormentaba mi hermoso existir era mi ridículo trabajo del que recibía muy poca remuneración para ser esclavizado por mi jefe de lunes a viernes de forma absurda.
Llegué tan cansado que caí en un sueño profundo en menos de un minuto, jamás había sentido tanto agotamiento dentro de mí. Tal vez el exceso de estrés por tantas ocupaciones me tenía al borde del colapso. Seguí durmiendo muy plácidamente hasta que una ventisca helada que se colaba por la ventana me despertó junto con unas increíbles ganas de orinar, como cualquier ser humano que no quiere manchar su colchón tras rehusarse a hacer sus necesidades a las dos y media de la madrugada en el sanitario, me dirigí al baño de tropezón en tropezón, casi matándome con todos los zapatos que me topé en el camino; una vez mi vejiga había descansado decidí retornar al lugar donde estaba descansando muy lentamente, tratando de no ser víctima de mis propios desórdenes.
- ¡CRAC! - De repente mientras caminaba por el pasillo totalmente a oscuras el sonido de un cristal roto se apoderó del espacio. ¡Hijue…! Exclamé, tras haberme tropezado con un pequeño mesón donde solía poner el único recuerdo que me quedaba de mi difunta esposa: una vasija que servía de florero para unas plantas ya marchitas desde hace un par de semanas. En cuanto logré localizar el encendedor del foco pude ver cómo me había lacerado la planta del pie con un pedazo de vidrio, no paraba de sangrar. Parecía un dispensador de tempera roja; al dirigir mi mirada hacia al frente para dirigirme a mi dormitorio en busca de alguna gaza que detuviera aquel estúpido sangrado vi a través del espejo paralelo a mí a un hombre.
El pánico me dominó completamente al ver a un total desconocido en mi casa. Sigilosamente llegué a zancados a mi habitación, asegurando la entrada con un gran baúl donde guardaba mi ropa. Mis manos sudaban frío, no sabía qué hacer. El teléfono estaba en la sala al igual que el intruso, quien con firmes pasos se acercó paulatinamente a la puerta de mi cuarto. Primero forzó la manivela. Seguidamente tocó con tres golpes secos. Hubo un eterno momento de silencio. Fue ahí cuando vislumbré sobre mi escritorio una navaja que utilizaba para realizar algunas esculturas de cerámica en mi tiempo libre. Agarré el objeto amarillo firmemente mientras caminaba a hurtadillas hacia la puerta.
Puse mi mano sobre la manivela desactivando el seguro sin quitar el baúl completamente para prevenir un posible ataque repentino del demente que me acompañaba aquella noche. Tenía que ser más rápido que él, volví a sujetar la manivela dándole vuelta poco a poco. Mi corazón latía cada vez más fuerte, gotas de sudor caían a lo largo de mis mejillas; sin el valor para abrir la puerta decidí gritar: "quién era" con un tono demasiado agresivo, como si un asesino profesional fuera a espantarse con la voz de un adulto pronto a entrar en la tercera edad. El silencio fue la respuesta más grata y a la vez más angustiosa que pude recibir; grata porque me dio el suficiente valor para poder salir de la prisión en la que se había convertido mi habitación.
Sin pensarlo salí gritando y corriendo por el pasillo como un desquiciado tratando de engendrar un miedo inminente en mi oponente, más no había ningún rastro del desgraciado que se había encargado de convertir mi noche en una pesadilla. No obstante lo pude detallar a lo lejos, estaba durmiendo plácidamente en el sofá. Me acerqué cautelosamente hacia el demente, no le pude detallar el rostro a simple vista, solo sé que estaba profundamente dormido, incluso roncaba. Intenté tocarlo pero súbitamente me agarró el brazo izquierdo con mucha fuerza, entré en pánico, no me quedó otra opción, era o él o era yo. Lastimosamente tuve que pagar por los dos. En el instante que perforé el pecho de mi oponente desperté totalmente ensangrentado; sabía que algún día el sonambulismo iba a acabar conmigo.


La ironía de la vida
Por: Juan Sebastián González
Un día, como cualquier otro, mientras me encontraba haciendo mis quehaceres cotidianos recibí la inesperada visita de la muerte.
- Buen día, soy la muerte. Me dijo en un tono muy suave. No tengas miedo, no hay nada que temer. Prometo ser rápida e indolora, aunque claro está que sin sufrimiento no te vas de este mundo.
- Más de lo que ya he sufrido, contesté. Mi miserable vida no me ha dado algún fruto dulce. Todos han sido amargos y ahora llegas tú, oh deseada muerte, a acabar con cada uno de ellos. ¡No sabes cuánto esperé para este momento!
- Alagarme no te librará de mi condena. Eres igual que todos los demás hombres. Desperdiciaron su vida quejándose de cosas superfluas, en lugar de disfrutar el sabor de cada comida, el rocío mañanero, la sonrisa de quienes amas.
- Pero dime, yo qué tuve para ser feliz en esta vida. No tengo belleza, ni mujeres, ni gente a quien amar. Fui abandonado por mis padres cuando era un infante, crecí en medio de la más grande pobreza, aguantando hambre como un mendigo. Cuando creí haber encontrado al amor de mi vida se marchó con otro hombre mucho más atractivo y pudiente que la basura que soy. No me quedaba nada querida muerte, ni hijos porque ni viril nací, solo me quedabas tú. Tú eres mi salvación y por eso considero hoy el día más feliz de mi existencia.
- El hambre no te hizo tan fuerte como esperaba, nunca hiciste esfuerzo alguno por remediarla. Siempre fuiste un holgazán. Es increíble cómo todos los hombres encuentran su felicidad en el ocio, la lujuria y avaricia, cuando al final solo quedan cenizas.
Y tras estas palabras me ahogó entre sus brazos. Lentamente los latidos de mi corazón se agravaron hasta que un dolor apagó la llama de la vida que poco a poco se desvanecía ante mis ojos. Esa vida de la que tanto me quejé y de la que ahora solo queda el remordimiento de no haberla vivido a plenitud.


La Compañia
Ella se sentó a esperarlo durante tres horas, hasta que llegó, pero había algo diferente en él, ya no era el mismo. La saludo y en la madrugada del otro día desapareció; todo estaba igual, como si nunca hubiera dormido en la casa. Dos días después le dieron la noticia pero inexplicablemente lo vieron sentado en el sofá de la casa, ella confundida negó lo que le dijeron los policías. Al día siguiente volvieron a ir, esta vez estaba sola y no lo vieron a él.
-Acompáñeme señora tenemos que mostrarle algo.
Al llegar al lugar estaba ahí tirado inconsciente con heridas abiertas por todas partes, aseguraron que nunca se paro de la camilla estaba vigilado por un guarda y la habitación no tenia ventanas. El se sentó a esperarla durante tres horas, hasta que llegó intranquila; cuando iba a saludarlo se desvaneció. Había muerto hace cuatro días en un accidente.

Por: Lina Maria Zapata Ordoñez
